El hambre emocional se define como la necesidad de comer en respuesta a algún evento o estado de ánimo que habitualmente suele ser de carácter negativo.
Existe un estrecho vínculo entre las emociones y alimentación, por lo que en determinadas situaciones puede aparecer este tipo de hambre.
Esta relación entre alimentación y emociones es lo que nos permite diferenciar entre el hambre físico/real y hambre emocional.
El hambre físico o lo que comúnmente conocemos como hambre real es una necesidad fisiológica que indica que nuestro cuerpo necesita nutrirse o alimentarse para que el organismo pueda seguir haciendo sus funciones de forma adecuada.
Sin embargo, en ocasiones existe otro tipo de hambre ligado a la parte emocional como comentábamos anteriormente que nos puede confundir con la sensación de hambre real.
El hambre emocional se caracteriza por “comer en respuesta a una serie de emociones”.
En este caso, la sensación de malestar que sentimos lo calmamos con un atracón de comida (carbohidratos, dulces, ultraprocesados, alimentos altos en calorías).
A continuación vamos a explicar una serie de características que nos permiten diferenciar entre los dos tipos de hambre:
El hambre real/físico:
Es una necesidad fisiológica
Aparece de forma gradual
Puedes esperar a comer
Comes cualquier alimento que te sacie
Dejas de comer cuando estás saciado
No provoca sentimiento de culpa
El hambre emocional:
Está ligada a las emociones
Suele aparecer de forma repentina
Es urgente
Se antojan ciertos alimentos
Comes deprisa
La cantidad ingerida es mayor de la que necesitas
Provoca un sentimiento de culpa al terminar de comer
Para reducir el hambre emocional es fundamental poder identificarlo; para ello vamos a ver una serie de preguntas que podemos hacernos en función del momento en el que estemos para poder ser más conscientes:
Antes de comer: ¿Por qué voy a comer? ¿Realmente tengo hambre? ¿Cómo me estoy sintiendo? ¿Hace cuánto tiempo he comido por última vez?
Durante la comida: ¿Cómo estoy comiendo? ¿Estoy comiendo de forma impulsiva? ¿Estoy disfrutando?
Después de la comida: ¿Me culpo o me juzgo? ¿Estoy satisfecho o conforme?
Recurrir a la comida cuando una emoción nos está “molestando” puede funcionar a corto plazo, pero a largo plazo solo estamos creando hábitos y estrategias de regulación no adaptativas y disfuncionales que nos generarán aún mayor malestar.
Si te sientes identificado con alguna de estas características, sensaciones o conductas y necesitas ayuda profesional para gestionarlo puedes ponerte en contacto con North donde te asignaremos un psicólogo especializado para poder ayudarte y reducir tu malestar.
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