La depresión “sin motivo”
¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN?
La depresión es un estado que sufren muchas personas a lo largo de la vida caracterizado por una tristeza persistente, por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades del día a día. Se trata de uno de los trastornos mentales más frecuentes en la población mundial, afectando a millones de personas sin distinción de edad, género o condición socioeconómica.
A menudo, la depresión se percibe desde el exterior como una simple tristeza pasajera o una falta de voluntad, pero la realidad es mucho más compleja. Las personas que padecen depresión experimentan un sufrimiento profundo que interfiere significativamente con su capacidad para funcionar en el trabajo, en las relaciones personales y en las actividades cotidianas más básicas. No se trata de «estar triste» o de «no tener ganas», sino de una condición que afecta a la bioquímica cerebral, al pensamiento, al estado de ánimo y al funcionamiento físico de la persona.
DIFERENCIA ENTRE DEPRESIÓN EXÓGENA Y ENDÓGENA
La depresión puede ser exógena o endógena, dependiendo de si hay una causa externa que la desencadene o no. Esta distinción es fundamental para comprender mejor la naturaleza del trastorno y establecer el abordaje terapéutico más adecuado.
La depresión exógena, también llamada reactiva, aparece como respuesta a acontecimientos vitales estresantes o traumáticos claramente identificables: la pérdida de un ser querido, una ruptura sentimental, problemas laborales graves, dificultades económicas, enfermedades crónicas o cualquier situación que suponga un impacto emocional significativo. En estos casos, existe una conexión evidente entre el evento externo y el desarrollo de los síntomas depresivos.
Por el contrario, la depresión endógena o también conocida como depresión «sin motivo» señala que no hay un factor externo aparente que lo desencadene como puede ser una situación vital estresante. Este tipo de depresión emerge desde el interior del organismo, sin que la persona pueda identificar un motivo concreto que justifique cómo se siente. Esto puede resultar especialmente confuso y frustrante tanto para quien la padece como para su entorno, ya que la ausencia de una causa evidente dificulta la comprensión del sufrimiento.
CAUSAS DE LA DEPRESIÓN ENDÓGENA
Por ello, la depresión endógena se suele asociar principalmente a cambios biológicos que sufre el cerebro o a la influencia de la genética, más que a factores ambientales o psicosociales:
Factor genético
A nivel genético, las personas que han tenido familiares de primer grado con síntomas depresivos, tienen más riesgo de padecer depresión, independientemente de otros factores ambientales o externos. Los estudios de heredabilidad sugieren que entre el 40% y el 50% del riesgo de desarrollar depresión puede estar determinado por factores genéticos. Esto no significa que la depresión sea inevitable si existe antecedente familiar, pero sí implica una mayor vulnerabilidad biológica que puede activarse bajo determinadas circunstancias.
La transmisión genética de la depresión es compleja y poligénica, es decir, no depende de un único gen sino de la interacción de múltiples variantes genéticas que afectan a diferentes sistemas neurobiológicos. Esta predisposición genética puede permanecer latente durante años y manifestarse en algún momento de la vida sin que exista un desencadenante ambiental claro.
Factor biológico
A nivel biológico existen alteraciones de algunos neurotransmisores clave en la regulación del estado de ánimo. Los principales implicados son:
- La serotonina, que influye en los estados de ánimo, en el comportamiento, en la actividad sexual, en la regulación del apetito y en los patrones de sueño. Los niveles bajos de serotonina se asocian directamente con síntomas depresivos, ansiedad y pensamientos obsesivos.
- La dopamina, que se relaciona con una menor motivación, pérdida de placer e interés por actividades que antes resultaban gratificantes (anhedonia), y con la capacidad de experimentar recompensa. La disfunción dopaminérgica explica en gran medida por qué las personas deprimidas pierden el interés incluso en sus pasatiempos favoritos.
- La norepinefrina, también asociada a la motivación, cambios en el apetito, comportamiento social, regulación del sueño y niveles de energía física. Los desequilibrios en este neurotransmisor contribuyen a la fatiga característica de la depresión.
Además de los neurotransmisores, otros factores biológicos pueden estar implicados, como alteraciones en el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (relacionado con la respuesta al estrés), cambios en la estructura y función de determinadas áreas cerebrales, e incluso procesos inflamatorios que afectan al sistema nervioso central.
SÍNTOMAS DE LA DEPRESIÓN ENDÓGENA
Los síntomas son similares a los de una depresión exógena, por lo que una persona que sufra esta depresión tendrá los siguientes síntomas característicos:
- Tristeza profunda que se experimenta como un vacío emocional constante, diferente a la tristeza normal que todos experimentamos ocasionalmente.
- Pérdida del apetito o, en algunos casos, aumento significativo del mismo, con cambios notables en el peso corporal.
- Falta de energía, pasividad y marcada anhedonia (incapacidad para experimentar placer o disfrute en actividades que antes eran gratificantes).
- Fatiga y cansancio extremo que no mejora con el descanso y que hace que incluso las tareas más sencillas resulten agotadoras.
- Mayor irritabilidad y baja tolerancia a la frustración, lo que puede generar conflictos en las relaciones interpersonales.
- Afectación de la memoria, baja en la capacidad atencional y concentración, así como dificultad notable para tomar decisiones incluso sobre cuestiones cotidianas.
- Alteraciones emocionales complejas, como ansiedad, sentimiento de desesperanza, de culpabilidad y angustia, y dificultad para mantener relaciones sociales, con tendencia al aislamiento.
- Síntomas físicos diversos como malestar general, dolores musculares o articulares sin causa médica aparente, problemas gastrointestinales y cefaleas.
- Dificultad para dormir (insomnio) o, por el contrario, hipersomnia (dormir excesivamente), con alteración de los ritmos circadianos normales.

Es importante destacar que estos síntomas deben mantenerse durante al menos dos semanas de forma continua y representar un cambio significativo respecto al funcionamiento previo de la persona para que se considere un episodio depresivo clínicamente relevante.
TRATAMIENTO DE LA DEPRESIÓN ENDÓGENA
El tratamiento se basa en un abordaje integral que combina diferentes estrategias terapéuticas adaptadas a cada persona:
La psicoterapia constituye un pilar fundamental para ayudar a la persona a gestionar la situación, comprender sus síntomas, identificar patrones de pensamiento negativos, desarrollar estrategias de afrontamiento efectivas y mejorar su calidad de vida. Las terapias más efectivas para la depresión incluyen la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a modificar pensamientos y conductas disfuncionales; la terapia interpersonal, centrada en mejorar las relaciones y la comunicación; y otras aproximaciones como la terapia de activación conductual o el mindfulness.
La psicofarmacología juega también un papel importante, especialmente en casos de depresión endógena moderada o severa, para regular los neurotransmisores alterados. Los antidepresivos más utilizados incluyen los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), los inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN), y otros fármacos que actúan sobre diferentes sistemas neuroquímicos. El tratamiento farmacológico debe ser siempre prescrito y supervisado por un psiquiatra, ajustando la medicación según la respuesta individual de cada paciente.
La combinación de psicoterapia y medicación suele ofrecer los mejores resultados en el tratamiento de la depresión endógena, abordando tanto los aspectos biológicos como los psicológicos y conductuales del trastorno.
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