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El experimento de “LA TERCERA OLA”

El experimento de “LA TERCERA OLA”, manipulación en las aulas y sus consecuencias



Posiblemente, cada año surge la misma pregunta en cientos de clases de historia, cuando llega el momento de explicar el nazismo: ¿Cómo pudieron los ciudadanos alemanes permitir que avanzara el movimiento? En otoño de 1967, Ron Jones, profesor de un instituto en Palo Alto, California, quiso demostrarlo en la práctica.


Todo empezó cuando Jones estaba en mitad de una de sus clases de historia, hablando sobre la Alemania Nazi y los eventos que condujeron al Holocausto, entonces uno de sus alumnos preguntó: «¿Cómo pudo el pueblo alemán, los ciudadanos de a pie, alegar ignorancia sobre lo que estaba pasando con los judíos?” Fue entonces cuando se dio cuenta de que muchos de sus alumnos no entendían cómo gente que eran vecinos o incluso amigos de judíos podían decir que no estaban allí cuando sucedió todo.


Al no poder explicar a sus alumnos por qué los ciudadanos alemanes (especialmente los no judíos) permitieron que el Partido Nazi exterminara a millones de judíos y otros llamados “indeseables”, decidió mostrárselo. Como iban muy bien con el temario y sobraba tiempo, este profesor dedicó una semana a explorar esta cuestión. Se le ocurrió hacer un experimento con sus alumnos: instituyó un régimen de extrema disciplina en su clase, restringiéndoles sus libertades y haciéndoles formar una unidad. El nombre de este movimiento fue The Third Wave (La Tercera Ola).




EL PRIMER DÍA: FUERZA A TRAVÉS DE LA DISCIPLINA


El lunes, enseñó a sus alumnos unas de las experiencias más características de la Alemania nazi: la disciplina. Les habló de la belleza de la misma, de cómo un atleta tiene la satisfacción de haber trabajado duro y ser recompensado con el éxito en el deporte y de la dedicada paciencia de un científico. Disciplina, estudio, control y el poder de la voluntad, las penurias a cambio de la recompensa mental o física.


Más que invitarles, les ordenó experimentar el poder de la disciplina, con el simple ejercicio de cambiar su postura al sentarse. Describió como una postura adecuada, mejoraba la concentración y fortalecía la voluntad. Les instruyó en una postura que consistía en poner los pies en total contacto con el suelo y la espalda completamente recta contra el respaldo dejando así las rodillas en ángulos de 90º, y les preguntaba

¿A que ahora podéis respirar mejor? Estáis más atentos ¿no os sentís mejor?

Practicaron esta postura una y otra vez, mientras que el profesor vigilaba y corregía cualquier mínimo fallo. Se convirtió en el aspecto principal del estudio. Así aprendieron a concentrarse en apenas 15 segundos, siendo conscientes de la postura. En poco tiempo lo hacían en silencio y en apenas 5 segundos.


Para terminar, en los últimos 25 minutos introdujo algunas nuevas reglas: los alumnos tenían que sentarse antes de que sonara la campana, todos debían llevar papel y lápiz para tomar notas, a la hora de hacer preguntas debían levantarse y ponerse al lado de su mesa y siempre debían dirigirse al profesor como Señor Jones.


Todas estas normas eran respetadas y las respuestas inciertas eran reprendidas. Ante todas estas medidas, la intensidad de la respuesta de los estudiantes creció, especialmente al recompensar a los alumnos por sus esfuerzos en hacer o contestar preguntas de forma atenta y correcta. Lo curioso fue un aumento de participación por parte de toda la clase y se apreciaba una notable mejoría en la calidad de las respuestas, incluso en alumnos que antes hablaban poco o eran tímidos.




EL SEGUNDO DÍA: FUERZA A TRAVÉS DE LA COMUNIDAD