¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional se define como la necesidad de comer en respuesta a algún evento o estado de ánimo que habitualmente suele ser de carácter negativo.
Existe un estrecho vínculo entre las emociones y alimentación, por lo que en determinadas situaciones puede aparecer este tipo de hambre.
Esta relación entre alimentación y emociones es lo que nos permite diferenciar entre el hambre físico/real y hambre emocional.
El hambre físico o lo que comúnmente conocemos como hambre real es una necesidad fisiológica que indica que nuestro cuerpo necesita nutrirse o alimentarse para que el organismo pueda seguir haciendo sus funciones de forma adecuada.
Sin embargo, en ocasiones existe otro tipo de hambre ligado a la parte emocional como comentábamos anteriormente que nos puede confundir con la sensación de hambre real.
El hambre emocional se caracteriza por “comer en respuesta a una serie de emociones”.
En este caso, la sensación de malestar que sentimos lo calmamos con un atracón de comida (carbohidratos, dulces, ultraprocesados, alimentos altos en calorías).
A continuación vamos a explicar una serie de características que nos permiten diferenciar entre los dos tipos de hambre:
El hambre real/físico:
- Es una necesidad fisiológica.
- Aparece de forma gradual.
- Puedes esperar a comer.
- Comes cualquier alimento que te sacie.
- Dejas de comer cuando estás saciado.
- No provoca sentimiento de culpa.
El hambre emocional:
- Está ligada a las emociones.
- Suele aparecer de forma repentina.
- Es urgente.
- Se antojan ciertos alimentos.
- Comes deprisa.
- La cantidad ingerida es mayor de la que necesitas.
- Provoca un sentimiento de culpa al terminar de comer.
Para reducir el hambre emocional es fundamental poder identificarlo; para ello vamos a ver una serie de preguntas que podemos hacernos en función del momento en el que estemos para poder ser más conscientes:
- Antes de comer: ¿Por qué voy a comer? ¿Realmente tengo hambre? ¿Cómo me estoy sintiendo? ¿Hace cuánto tiempo he comido por última vez?
- Durante la comida: ¿Cómo estoy comiendo? ¿Estoy comiendo de forma impulsiva? ¿Estoy disfrutando?
- Después de la comida: ¿Me culpo o me juzgo? ¿Estoy satisfecho o conforme?
Recurrir a la comida cuando una emoción nos está “molestando” puede funcionar a corto plazo, pero a largo plazo solo estamos creando hábitos y estrategias de regulación no adaptativas y disfuncionales que nos generarán aún mayor malestar.
Si te sientes identificado con alguna de estas características, sensaciones o conductas y necesitas ayuda profesional para gestionarlo puedes ponerte en contacto con North donde te asignaremos un psicólogo especializado para poder ayudarte y reducir tu malestar.